lunes, 12 de septiembre de 2016

Medias Naranjas, Futurama y La Vida Mancha

Habéis tenido alguna vez la romántica idea de que por alguna parte en la superficie terrestre anda un ser igual o muy extremadamente parecido a vosotros?
Alguien que os entiende y os complementa?
Yo sí. Tuve esa infantiloide sensación durante muchos años hasta que, por carambolas de la vida, en mi tierna adolescencia conocí a esa persona.
Alguien que escucha la misma mierda rara que tú, que piensa las mismas paranoias intensitas que tú, alguien a quien le asustan tus mismos miedos y que se enamora de las mismas retorcidas gilipolleces que tú. Una persona con un mismo concepto vital, estético, sentimental, ideal general que tú.
Esa fue mi primera experiencia próxima al enamoramiento. Afortunadamente se quedó ahí. En el ideal general. En una especie de limbo entre la indiferencia y el amor. Larvas en el estómago que en vez de convertirse en mariposas, se deshacen y las cagas (la escatología siempre me ayuda a explicar sensaciones complejas).
Hace muy poco volví a encontrarme con esa persona y me pasaron algunas cosas muy curiosas:
Por un lado, en ningún momento me planteé que pudiera tener absolutamente nada que ver con la persona que yo había conocido 15 años atrás. Habíamos tenido un muy ligerísimo contacto intermitente que lo dejaba bastante claro y además… en fin, que me perdone Gardel pero eso de que “20 años no es nada” nunca lo tuve claro del todo.
Aun así, se parecía más a la persona que recordaba de lo que yo esperaba. Rápido me di cuenta de que había aun en esa cabeza un montón de ese ser terrícola que yo conocí y que plantó gusanos bebé en mi estómago.
De todas formas, las diferencias entre su yo pasado y su yo presente se empezaron a hacer más y más grandes a medida que me acercaba. Importantes. A voz en grito. Era el mismo ser humano, lo miraba todo con sus mismos ojos y se reía con su misma boca PERO todo a través de un velo raruno.
Sabes cuando te zambulles en el mar a pelo y abres los ojos bajo el agua, y entonces distingues un montón de formas de piernas largas y cortas, flotadores, conchas, algún que otro pececillo desgraciado, envases de plástico (en el Maresme a partir de las 12:00 a.m.), pero no eres capaz de ver nada con absoluta claridad?
Pues eso.
Como los gemelos a los que separa una placenta distinta. Y en su desarrollo fetal tienen que tocarse a través de una tela fina y casi imperceptible de tejido y célula. Imperceptible para los que estamos fuera, y un mundo entero para los que están dentro.
Pues eso.
Te gusta Futurama? Sabes el capítulo en el que Leela encuentra al único hombre cíclope vivo en todo el universo y se casa con él porque es un ser maravilloso y además podrán perpetuar su especie ciclópeda/cicloide/ciclóleda o como narices se diga? Y al día siguiente de la boda se despierta al lado de un tío totalmente distinto que la ha engañado vilmente y encima, sólo es una cucaracha inmunda con poderes para tomar formas vivas de todo tipo (incluida la forma cíclope, evidentemente).
Pues eso.



Entre esa persona y tú no ha pasado nada especial ni con enjundia en 15 largos años. Pero a ti y a él/ella, en individualidad de condiciones, os ha pasado la vida. Y la vida mancha, señoras y señores. Al menos, eso repetía el bueno de Mikel Gaztambide en sus clases de guion, con los ojos escarranchados como viejas meando en el campo.
Y yo cuando miraba a la que fue mi proto media naranja en un pasado, podía intuir allí detrás las maneras de somebody I used to know, pero no podía ver nada con claridad cristalina. Y oye, eso al final molesta. Se te cansan los ojos de tanto enfocar y al cabo del rato no estás a gusto para nada. Sólo quieres salir a la superficie, secarte la cara y saludar a tus amigos desde la orilla mientras caminas hacia ellos tranquilamente sorteando toallas, rastrillos de plástico y sombrillas.
Espero que hayas entendido lo que quiero decirte con tanto rodeo y metáfora. Al final podemos llamarlo tiempo y punto.

Aun así, no veas cómo escuece la sal en los ojos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario